domingo, noviembre 11, 2007

# Brühlgratch. La decadente sinfonía

Si realmente fuese necesario dar una descripción acerca de este sitio y los individuos que llegan a él, únicamente saldría hablar de la relación más desconcertante que ha existido en mucho tiempo.
La gente aparece por aquí intentando darle algún sentido a lo que hace o o deja de hacer, claro que un sitio tan expresamente preparado para ello puede llegar a convertirse en algo insoportable; pero en el fondo lo saben. Todos se abrazan, se quieren y se miran a los ojos al hablar... e incluso tienen algo sobre lo que hablar. Uno pasea por las calles y descubre que absolutamente todo aquel con el que se cruza tiene una sonrisa forzada o un comentario extrañamente amable que ofrecer -aunque es bien sabido que a ninguno de ellos les apetece mostrar el más mínimo signo de aprecio-.
Lo interesante de estas gentes es que, con tan sólo observarlos durante un instante, comprendes que se sienten tan incómodos porque ven atentados sus pequeños secretos inconfesables. Se miran recelosos los unos a los otros, sospechan y odian ser invadidos. Y poco a poco, aquellos que menos llaman la atención empiezan a tener más poder sobre ellos, a pesar de que en situaciones normales no sabrían qué hacer. Hasta el gesto más simple puede estar lleno de significado para personas que sienten tanta envidia entre ellos.
El que abandona no es cortés con los otros, así que sobrevivir en esta situación de Palacio de Versalles es lo único que les queda. Se odian pero les encanta aparentar que se soportan... y los que observan nunca han disfrutando tanto con semejantes hipocresías humanas y estupideces políticamente correctas.

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