domingo, junio 06, 2010

desencantos, desencuentros.


Se supone que tendría que estar escribiendo un trabajo sobre religiones, pero no se me ocurre una manera delicada de escribir en italiano a un profesor creyente que yo dejé de creer en Dios al mismo tiempo que en los Reyes Magos y el Ratoncito Pérez.

jueves, junio 03, 2010

Energía potencial


Odio no haber escrito nada en el blog en todo este año de estancia en Roma, porque de esa forma podría comprobar cuál ha sido mi progreso, descartando "involución" por ser políticamente incorrecta con mi autoestima, en ese tiempo.
Resulta frustrante irte a vivir la experiencia de tu vida a miles de kilómetros de casa, la experiencia que todo el mundo aseguraba que te cambia la vida, y a los nueve meses tener esa sensación de seguir con las manos vacías. He cambiado de ciudad, he venido solo a la urbe más caótica que haya visto dejando atrás demasiadas cosas que en realidad no quería dejar para simplemente descubrir que en todo el mundo la gente es horrible y que, como de costumbre, sólo se salvan unos cuantos.
De repente te encuentras en medio de la Ciudad Eterna sin nadie que te importe de verdad y con todos tus miedos infanties y juveniles resucitando y volviéndose cada vez más fuertes. Y no ayuda que te roben la fianza, la bicicleta, el mp3 y la cesta de la compra que aún no has pagado. Y no ayuda que los chicos guapos me amen. Y no quiero tanta fiesta porque oír tantas tonterías me provoca espasmos tetánicos...
Y entonces llego a hoy. Queda un mes exacto para irme y se encienden las reversas. Todo es efímero, todo el tiempo los has desperdiciado y todo empieza a cargarse de una energía potencial para provocarte todo tipo de sensaciones que antes eran imposibles sin alcohol o una sobredosis de cafeína. Malditos los que se han pasado todo el tiempo de fiesta por idiotas que fueran. Ojalá hubiese pensado menos... Sin embargo, de repente llegan tres mensajes de tres personas diferentes, los que se divertían mientras tú te autocompadecías, haciendo evidente que ellos también sufren el efecto de "todo se acaba". No se atrevieron a decirte esas cosas hasta hoy que han empezado a sentir que queda muy poco. Es el poder del adiós, cuando ya no queda nada que perder y todo se puede poner en riesgo.
Al final, a todos nos parece que hemos desperdiciado el tiempo, pero en realidad es imposible vivir intensamente mientras no estés en el límite. Menos mal que todo se acaba, porque si no la belleza sería imposible.
¿Puedo decir que gané?